El civismo de los aficionados nipones en el Mundial de Rusia, donde dejaron impolutas las gradas incluso tras una amarga derrota, sorprendió al mundo, mientras que en Japón esta práctica inculcada desde la infancia es vista con total normalidad.

Las imágenes de hinchas japoneses recogiendo su propia basura en los estadios rusos tras presenciar los partidos de la selección causaron sensación en las redes sociales y acapararon la atención de medios internacionales, al igual que una fotografía del inmaculado vestuario de los Samurai Blue tras el choque ante Bélgica.

Aunque se trata de escenas habituales cada vez que Japón participa en competiciones deportivas internacionales, en esta ocasión el modélico comportamiento de los nipones fue si cabe más impactante a ojos extranjeros si se tiene en cuenta el dramático desenlace del partido de octavos de final. El país asiático acariciaba el sueño de acceder a cuartos por primera vez en su historia al imponerse por cero a dos cuando restaban veinte minutos de partido ante una Bélgica que partía como favorita, pero los Diablos Rojos lograron una remontada épica culminada en el último suspiro. Tras despedir con una ovación a sus jugadores, los desconsolados hinchas nipones recogieron sus desperdicios en bolsas que ellos mismos habían llevado. Los futbolistas respondieron con reverencias a la grada y posteriormente dejaron su vestuario impecable y con un mensaje que decía «Gracias» en ruso, según mostraba una foto compartida en las redes sociales por personal de la FIFA y que se hizo viral. Las alabanzas generadas en todo el mundo por este comportamiento de los japoneses fueron recibidas a su vez con gran sorpresa y cierto orgullo en el país asiático.

«Puede que sea llamativo fuera de Japón, pero para nosotros es lo normal. Lo anormal sería ir dejando basura allá por donde vas, y dar esa mala imagen en un país que no es el tuyo», dice Yumi Takada, una nipona de 61 años que, como muchos de sus compatriotas, pasó la madrugada del lunes al martes en vela para ver el partido. «Es más sorprendente la reacción de los medios extranjeros que el hecho de que la afición limpie las gradas. Para nosotros es una cuestión de sentido común, algo que aprendemos en casa. De todas formas, es bonito que a los japoneses se nos reconozca por algo así», afirma en la misma línea Masafumi, de 36 años.

Para los japoneses, la limpieza de los espacios públicos tiene tanto de tradición como de obsesión, al tratarse de un deber interiorizado desde que a losseis años se les obliga a limpiar las aulas después de clase, así como el material e instalaciones deportivas. Es habitual que en grandes aglomeraciones de gente al aire libre con fines lúdicos, como los populares hanami -reuniones para ver los cerezos en flor donde se come y se bebe en abundancia-, los nipones dejen los parques en el mismo estado en que se lo encontraron, o incluso más limpios. También suele llamar la atención de los visitantes extranjeros la extrema pulcritud de las calles de Tokio o cualquier ciudad nipona pese a la ausencia de papeleras, o el despliegue de patrullas de vecinos voluntarios que recogen pequeños desechos al alba en sus barrios. «Es el estilo japonés. Siempre intentamos dejar todo así de limpio».