Han pasado diez años desde que Iker Casillas se encumbró como el salvador y Cesc Fábregas marcó el penalti final de una tanda que cambió la historia del fútbol español. El punto de inflexión de la generación de oro. El momento que ahuyentó los fantasmas y derrumbó el muro de cuartos de final.

«Era el todo o la nada. Esos años terribles, ese maleficio de cuartos de final que España siempre tenía a lo largo de su historia y estábamos ahí. Justo en el momento clave para superar esa barrera». Palabra de Xavi Hernández. El 22 de junio de 2008 es una fecha inolvidable para la selección española. El día que un grupo de jugadores dirigidos por Luis Aragonés iniciaron una etapa ganadora inolvidable que les llevó a dominar el mundo. Porque aquella Eurocopa todos piensan que la ganaron en ese duelo ante Italia de cuartos de final. En unos penaltis en los que España cambió el guión de su historia con dos grandes protagonistas por encima del resto, Casillas y Cesc, que cambiaron los llantos de rabia por alegría. «Casillas es Dios», decía Joan Capdevila tras la exhibición de Iker en la tanda de penaltis ante Italia. Fueron paradas que junto al mano a mano con Arjen Robben dos años después en la final del Mundial 2010, están enmarcadas entre los grandes recuerdos de una de las grandes leyendas de la Roja. Se convertía en el santo, calificativo del que Iker siempre huyó por su sentido de la vergüenza, en un partido en el que antes de los penaltis ya había sido decisivo. «La parada que realizó a Camoranesi tras una salida en la que intentó tapar espacios a Luca Toni, recuperando el sitio en una décima de segundo y sacando sus reflejos». Esa fue la mejor de todas para Manolo Amiero, el preparador más importante en la carrera de Iker. En un partido de pocas llegadas del rival, su concentración en ese momento fue clave.

Nadie movería el empate sin goles ni en la prórroga, cuando Cazorla perdonaba la más clara. Italia, arrollada por momentos por el fútbol de toque en el nacimiento del estilo del éxito de España, firmaba los penaltis de la tanda final y los conseguía. Todo a una carta. Iker nunca había brillado como «para penaltis». Sus apuestas con Pepe Reina tras cada entrenamiento le ayudaron a mejorar. La intuición se entrena.Y Casillas detuvo dos penaltis a Italia por intuición. No quiso escuchar los consejos extraídos de estudios pormenorizados de José Manuel Ochotorena. Con respeto, le pidió que le dejase decidir a él mismo. «No quiero que me digas por donde los tira ninguno. Me voy a tirar por donde crea que va a ir», le dijo en un momento de máxima tensión en el que Luis Aragonés tenía claro sus lanzadores y lo comunicaba uno a uno. Después llegaría el fallo de Dani Güiza, que hizo que volvieran los fantasmas del pasado, pero en el cuarto penalti italiano, Iker volvió a deterner el lanzamiento, esta vez a Di Natale. Si España marcaba el último penalti estaba en semifinales. Era el turno del jugador más joven, Cesc. Respiró, tomó carrera. Y gol. España había pasado de cuartos.