Quizá la culpa de todo la tenga Pyry Soiri, el joven debutante finlandés que aprendió a jugar al fútbol en Namibia y desencadenó el efecto mariposa que ha llevado a Croacia a la primera final mundialista de su historia. Porque la historia de esta selección croata que hoy es admirada en el mundo entero parte, como casi siempre, de un desastre. Del empate que cedió ante Finlandia (1-1), el 6 de octubre de 2017, que le abocó a ganar en Ucrania para luchar por una plaza en la repesca.

Los Vatreni eran en ese momento un equipo en caída libre. Habían perdido contra Islandia y Turquía, previamente. Y habían desperdiciado la ventaja que llevaban. «¿Por qué eres tan pesimista?». le había espetado la víspera el seleccionador Ante Cacic a un periodista y se había vuelto hacia Luka Modric en busca de apoyo. Sentado a su lado, con los brazos cruzados, el capitán, que iba a jugar su partido 100 internacional, no hizo gesto alguno. No hizo ninguna concesión que suavizase el evidente distanciamiento entre el técnico y la estrella. Un día después, se cumplieron los peores presagios. Croacia dominó, pero fue un equipo errático, pese a adelantarse en el segundo tiempo por medio de Mandzukic. Tenía, en cualquier caso, un gol que debía ser suficiente.Tanto que el seleccionador finlandés Markku Kanerva decidió sacar a Pyry Soiry, una joven promesa, formado en Namibia por el origen de su padre. Quedaban diez minutos y así se aseguraba que el país africano no pudiera reclutarlo. Lo que no esperaba nadie es que en el minuto 90, Domagoj Vida fallase al intentar despejar un balón de cabeza. Que Danijel Subasic dudase en la salida y que el balón le llegase a Soiri y marcase de volea.

El plan de Suker / El empate desató la crisis. Davor Suker, presidente de la Federación, convocó a su junta esa misma noche y debatieron qué hacer. Pese a que se jugarían la repesca tres días después en Kiev, Suker era partidario de destituir de inmediato a Cacic, pero quería otro entrenador croata. Sobre una lista de cuatro candidatos fueron descartando hasta llegar a Zlatko Dalic. Dalic, que había abandonado el Al Ain tras perder la Liga de Campeones asiática de 2016, nunca había sido internacional como jugador y había forjado la parte más exitosa de su carrera como técnico fuera de su país. Pero conocía a parte de la selección por su trabajo con juveniles. De madrugada, Suker llamó a Dalic y le ofreció el trabajo. «¿Estás preparado?», «Sí», le contestó. Dalic, que había visto el partido de la selección por televisión, no hizo más preguntas y Suker le dijo que se debería unir al equipo en el aeropuerto para viajar a Kiev. «No hubo negociación ni mensajes de ningún tipo. Tan sólo acepté, porque mi sueño de toda la vida es ser técnico de esta selección. No hubo dramas ni dilemas. No necesitaba firmar un contrato», desveló Dalic el jueves, un día después de clasificar a Croacia para la final del Mundial.

Suker, inmerso en un proceso electoral para ser reelegido, anunció el acuerdo al día siguiente. No estaba presente Dalic, que iba a reunirse con sus jugadores en el aeropuerto, donde conocería a alguno de ellos. «Tardó un segundo en aceptar. El acuerdo es por un partido, porque sabemos que los entrenadores viven de resultados. Veremos lo que ocurre en Ucrania», dijo. Y lo que ocurrió fue que funcionó la autogestión de los jugadores, que se impusieron por 0-2 y que Dalic tuvo la suficiente sintonía con ellos para convencerlos de que era posible la clasificación al Mundial. Y, luego, acertó con los cambios tácticos. Dio más libertad a Modric, un papel protagonista a Rakitic y puso a Brozovic junto a ellos. Recuperó a Rebic y Perisic para las bandas. Croacia creyó en él. Ganó a Grecia en la repesca (4-0 y 0-0) y Dalic se ganó su primer contrato, seis semanas después de haber aceptado el reto.

El domingo, este técnico que gana siete veces menos que Didier Deschamps, que cuando vienen mal dadas mete la mano en el bolsillo derecho en busca de su rosario bendecido en Medjugorje -donde supuestamente se apareció la Virgen en 1981- y que nunca abandona el campo sin dar la mano al entrenador rival, volverá a ser el centro de atención. Y en algún lugar del mundo, ante el televisor, Pyry Soiri quizá recuerde que fue él quien puso a batir las alas de la mariposa.