Con un poco de suerte, El Parador terminará por venirse abajo con el próximo chaparrón. Para algunos quizás sea la mejor solución a la situación que viene arrastrando este edificio desde hace años y que ofrece una imagen lamentable a quienes se acercan a Montilla esperando encontrar una ciudad que vela por su patrimonio y por conservar los pocos inmuebles de interés que todavía quedan en pie. Es cierto que se perdería uno de los ejemplos más significativos de la arquitectura vinculada al vino. Pero también ayudaría al Ayuntamiento y a sus propietarios a sacudirse un problema, con el aliciente añadido de disponer de una nueva parcelita a pie de carretera, con unas vistas privilegiadas, en la que levantar uno de esos casoplones de diseño que ahora se estilan. Aparte, ya va siendo hora de renovar la portada de la Feria de El Santo y qué mejor que dedicársela a otro de esos símbolos que desaparecieron ante la indolencia del respetable.