Vides en magnífico estado vegetativo y fruto de extraordinaria calidad. Esta es la situación que presentaban los viñedos del marco Montilla-Moriles en el arranque de una vendimia que, tras las abundantes lluvias registradas durante la pasada primavera y las suaves temperaturas del inicio del verano, se prevé un 30 por ciento más productiva que en 2017, tanto en variedades blancas como en las tintas.

De este modo, la imagen que a día de hoy ofrecen los viñedos de Montilla-Moriles dista mucho de la que se registraba hace exactamente un año, cuando una extensa e intensa ola de calor obligaba a adelantar el inicio de la vendimia al 19 de julio y, además, mermaba la producción de manera considerable.

Así, frente a la inusualmente temprana vendimia de 2017, las bodegas y cooperativas de la zona postergaron el inicio de la recolecta hasta la primera semana de agosto.

Antonio Martínez, gerente de la cooperativa agrícola La Unión -la entidad que desarrolla la mayor vendimia de toda Andalucía- se mostró optimista ante una vendimia que permitirá poner freno a la caída de producción que se venía registrando en los últimos años por los «continuos años de sequía» que habían sometido a las plantas a un enorme estrés hídrico ante la falta de precipitaciones.

«Sin duda, las lluvias de la primavera han permitido que las viñas se recuperen y produzcan más uva, y además estamos teniendo unas temperaturas que favorecen la correcta maduración del fruto», apuntó Martínez, quien se mostró confiado en que el aumento de cosecha pueda superar este año el 30 por ciento con respecto al aforo del 2017, que se saldó con 32 millones de kilos de uva blanca y 3,5 millones de kilos de uva tinta, según datos de Asaja-Córdoba.

Con todo, las previsiones de cosecha quedan «lejos» de la «producción normal» que se venía registrando, según recordó el presidente de la cooperativa La Aurora, Juan Rafael Portero. «En los últimos tres años, el estrés hídrico ha generado la pérdida de un 40 por ciento de producción», sentenció el también vicepresidente del Consejo Regulador de la DOP Montilla-Moriles.

En los últimos tiempos, la campaña más productiva fue la del 2003, con 86,1 millones de kilos de uva, una cosecha que permitió elaborar 14,5 millones de litros de vino, de los que 1,5 millones correspondieron a la variedad Pedro Ximénez y 507.000 litros a vinos jóvenes. Desde entonces, el aforo hecho público por el Consejo Regulador de la Denominación de Origen Montilla-Moriles sitúa en 2012 la peor cosecha de la última década, cuando cooperativas y bodegas apenas molturaron 27,6 millones de kilos.

«Los efectos de las lluvias han permitido que las vides se recuperen tras años de estrés hídrico, pero la cosecha está muy dispareja», reconoció Portero, que se mostró menos optimista en cuanto al incremento de la producción que se prevé para esta vendimia, y que situó entre un 20 y un 25 por ciento superior a la de 2017.