Montilla abrió de par en par las puertas de su Fiesta de la Vendimia con la cuadragésimo quinta edición de la Cata Flamenca, un festival organizado por el Ayuntamiento de la localidad, en colaboración con la Peña El Lucero y la Diputación de Córdoba, en el que Mayte Martín y el saxofonista Jorge Pardo constituían los principales atractivos de una terna en la que también brillaron con luz propia Rancapino Chico, Laura Vital o el montillano Antonio Mejías.

Precisamente fue el cantaor local, ganador en 2010 del Concurso Nacional de Arte Flamenco de Córdoba, el encargado de romper el hielo -junto a Antonio Carrión a la guitarra- con una guajira, uno de esos cantes de ida y vuelta que sonaron como homenaje a la bailaora cordobesa Blanca del Rey y que fue acompañado al baile por las montillanas Patricia Baena y Raquel Ramírez.

Mejías logró emocionar a los cerca de 700 espectadores de toda la comarca que se dieron cita en Envidarte, sobre todo tras anunciar una retirada temporal, «un descansito de dos años» según sus propias palabras.

«La Cata Flamenca no solo es un festival completamente consolidado en el panorama nacional sino que, además, es un patrimonio que los montillanos debemos preservar», destacó el alcalde de la localidad, Rafael Llamas, quien agradeció a la Peña El Lucero el trabajo y el asesoramiento técnico que presta cada año para organizar este festival.

Al inicio de la noche, y de la mano del médico y escritor montillano Antonio Varo Baena, que volvió a ejercer de maestro de ceremonias, los artistas que conformaban el cartel de la Cata Flamenca fueron subiendo al escenario para compartir un brindis con los centenares de aficionados que se dieron cita en Envidarte.

Tras Rancapino Chico y Antonio Higuero a la guitarra, tomó el escenario Laura Vital, acompañada al toque por Eduardo Rebollar, quien volvió a demostrar su maestría en el tercio de bulerías.

Habían transcurrido prácticamente dos horas desde el inicio del festival cuando hacía acto de presencia Mayte Martín, quien elogió al público montillano «por el respeto y el silencio que le regalan a todos los artistas». La cantaora barcelonesa, acompañada al toque por los acordes límpidos y casi mágicos de un joven Alejandro Hurtado, enmudeció al respetable con su dominio absoluto de todos los palos y entregó el testigo a la bailaora Lola Pérez y su grupo.

Alfredo Tejada y Duquende completaron la terna de cantaores y Antonio Fernández la de guitarristas, mientras que la actuación del saxofonista y flautista madrileño Jorge Pardo y su grupo pusieron la nota innovadora de un festival que, en los últimos años, se ha esforzado por atraer a nuevos públicos interesados por la fusión y la experimentación musical.