Dos meses después de la aparición de los primeros nidos de oruga peluda en viñedos de la Denominación de Origen Protegida (DOP) Montilla-Moriles, el Consejo Regulador alertó de la «dispersión» por algunas fincas del marco vitivinícola de los primeros ejemplares de este lepidóptero que ataca a cultivos como las habas o la vid y que, de no atajarse a tiempo, es capaz de causar «auténticos estragos» en las plantaciones.

Según detalló el Aula de Viticultura del máximo órgano de control de los vinos cordobeses a través del boletín que emite semanalmente la Agrupación para el Tratamiento Integrado en Agricultura (Atria), «algunas orugas continúan agrupadas en las telarañas», sin embargo, «otras comienzan a dispersarse», por lo que instaron a los agricultores a recorrer las viñas y las parcelas colindantes para detectar el nivel de ataque, especialmente en olivares que presenten cubierta vegetal por falta de laboreo.

«Cuando están en los nidos, lo ideal es destruir las telarañas que las protegen y matar las orugas por métodos mecánicos o químicos pero, en la situación actual, ya están dispersas, de modo que el método de control más recomendable es el químico, siempre mediante productos autorizados», advirtieron desde el Consejo Regulador, toda vez que recordaron que «las orugas errantes son las más voraces», dado que atacan las yemas brotadas de la vid e, incluso, de otros cultivos como las habas. Y es que las orugas errantes se alimentan de las yemas principales, lo que obliga a la planta a brotar una yema secundaria que ya no presenta racimos, por lo que genera una importante pérdida de cosecha. Por este motivo, el Consejo Regulador anima a los viticultores que detecten ejemplares de este lepidóptero a tomar cartas en el asunto.

No en vano, la presencia de oruga peluda en terrenos que no se labran es importante y las consecuencias para el viñedo pueden ser muy serias.