Agobiados como llevábamos durante meses por la repetida e inmisericorde falta precipitaciones, por fin han llegado las lluvias. Y ello se advierte en la ciudad, que tenido clara vocación agraria, perfectamente compatible con el despegue industrial de los últimos tiempos. Así pues, de unos campos secos y agostados hemos pasado a un paisaje verde y prometedor de buenas cosechas y en el que primavera puede obrar milagros. Por ello, la verdad es que hay optimismo entre los agricultores, pues se abren nuevas expectativas de cara al sector agrario. Ahora solamente hace falta que estas lluvias hagan un paréntesis en la Semana Santa y que permitan así a lucentinos y visitantes disfrutar de los magníficos desfiles procesionales. Son bastantes meses de trabajo, esfuerzo y dedicación de cofradías, manijeros y santeros para que los desfiles tengan la mayor brillantez y esplendor posibles.