Hasta hace solo unos meses, el absurdo temor a ser tachado de facha produjo que durante los últimos años apenas nos atreviéramos a manifestar el legítimo orgullo de sentirnos españoles. Salvo que coincidiese con algún triunfo grande de nuestros representantes deportivos, exhibir públicamente una bandera de España no estaba bien visto.

Mas tras el injusto envite de los secesionistas catalanes (¡muchas gracias Puigdemont y compañía!), parece que comenzamos a recuperar un sentimiento grande que nunca debimos perder.

Porque ya es hora de enfrentarnos a todas las mentiras de esa parte de españoles que reniegan de serlo y han utilizado la riqueza de una lengua propia y de un mayor desarrollo económico --al que todos hemos contribuido de uno u otro modo--, como arma arrojadiza frente al resto de catalanes y españoles.

¡Ya es hora de dar la cara también en la batalla cultural y en los medios contra sus mentiras, enarbolando un patriotismo integrador que, a diferencia del que ellos esgrimen, no se base en menospreciar ni despreciar al otro! ¡Ya es hora de que podamos manifestar lo que somos y el amor hacia lo nuestro!

Y a diferencia de los secesionistas, sin necesidad de manipulaciones demagógicas; sino defendiendo la verdad de nuestra historia, con sus sombras y sus luces. Porque tenemos muchos motivos para alegrarnos de ser hijos de una nación que forjó algo tan magno y admirable como la Hispanidad.