Aunque mucho se ha hablado y escrito sobre las causas de la irrupción del partido liderado por Santiago Abascal en el panorama político andaluz, me gustaría hacer hincapié en la que, en mi opinión, ha sido determinante, la españolidad de Andalucía. Si le preguntáramos a un catalán o a un vasco, constitucionalistas por supuesto, qué se sienten, seguramente responderían que, primero, catalanes o vascos; en segundo lugar españoles y, por último, europeos. Y si esa misma pregunta se la hiciéramos a un andaluz, diría que español y además, andaluz. Nunca ha arraigado en nuestra región un sentimiento nacionalista similar al de las comunidades mencionadas, de ahí que no llegara a cuajar, en su día, el proyecto del Partido Andalucista, antes Partido Socialista de Andalucía (PSA).

Por ello, hay que entender que los andaluces estemos indignados, hayamos votado o no a Vox, de los continuos insultos, provocaciones y humillaciones de los separatistas catalanes ante la pasividad del presidente del Gobierno, incluido su silencio respecto a un futuro indulto a los golpistas presos. Por ello, yerra quien piense que los votos del partido de Abascal provienen, mayoritariamente, de una parte del PP. Ello lo demuestra el resultado homogéneo de Vox en las ocho provincias andaluzas, entre un 8 y un 11%, a excepción del 16% de Almería, y la obtención de 1-2 representantes en todas. Por otro lado, ha multiplicado por diez los votos cosechados en el barrio de Las Tres Mil Viviendas y duplicado los de Los Pajaritos-Amate, ambos en Sevilla, de los más pobres de España y feudos tradicionales de Podemos. Incluso en Marinaleda, paraíso comunista de Andalucía, están buscando a los 44 vecinos que lo han votado para echarlos del pueblo. Ha sido, por tanto, un voto transversal, sin distinción de ideologías.

En definitiva, señor Sánchez, siga así, siga permitiéndole todo a los supremacistas catalanes y le aseguro que en las próximas elecciones autonómicas y, sobre todo, generales el batacazo será histórico.