El ego desbordado de Trump revela que quien no lo elogia es su enemigo. Así, la prensa crítica con su proceder resulta peligrosa por «generar noticias falsas» y es estigmatizada de «enemiga del pueblo». La prensa democrática responsable tiene el deber de informar y cuestionar el poder con honestidad y rigor. Y ante los ataques, solo puede responder con editoriales de libertad. Ya en 2017, una clarividente Meryl Streep vio venir a Trump y aventuró en su discurso de la gala de los Globos de Oro que la prensa «necesitará apoyo para sacar a la luz la verdad y que los poderosos respondan por sus actos».

Trump dicta la que es su verdad en los 280 caracteres de un tuit, donde combina fantasía y realidad, adquiriendo un inusitado poder de propaganda que tensa la convivencia doméstica, las relaciones internacionales y acalla la disidencia. Trump nos enseña que para tuitear se necesita un dedo, un dispositivo electrónico y, aunque el cerebro debería ser imprescindible, vemos que no es necesario.

Miguel Fernández-Palacios

Madrid