El puente de diciembre ha sido especialmente doloroso para los trabajadores de Córdoba. La tarde del 6 de diciembre una joven de 24 años moría en el almacén de la tienda donde trabajaba y el día 8 también encontraba la muerte un varón de 55 años al ser atropellado por un vehículo agrícola, tras caer de un remolque. En el caso de la joven, no puede haber dudas sobre si se trata de un accidente laboral. Existe abundante jurisprudencia de hechos similares en los que los jueces han determinado que sí debe considerarse como tal. Probablemente, se habría incorporado recientemente al mundo laboral y también, probablemente, se trataría de un trabajo precario. El tipo de trabajo que los jóvenes tienen que aceptar (encima agradecidos). Y qué decir del varón fallecido en Cabra. La actividad agrícola es un sector masculinizado con una edad superior a la media laboral, su nivel de formación en el 70% no supera el de la Enseñanza Secundaria, es un sector en el que trabaja un alto porcentaje de mano de obra extranjera con escasa o nula formación en prevención de riesgos, a lo que hay que añadir la estacionalidad, con elevado nivel de contratación temporal, que tampoco ayuda en esta labor preventiva.

Como si del día de la marmota se tratara, las causas se repiten: falta de formación, precariedad laboral, malas condiciones de trabajo, abuso de la temporalidad... Si conocemos las causas ¿por qué no somos capaces de evitarlas? ¿Cuántas personas deben morir para que cambien las condiciones laborales? Como cristianos comprometidos con el mundo del trabajo cordobés, seguimos denunciando que se ponga el beneficio económico por encima de la persona y pedimos a los cristianos y, a la sociedad cordobesa tolerancia cero a la muerte en el lugar de trabajo.