Quiero a través de estas líneas hacer saber lo que es una gran persona y un gran amigo. Hace 42 años llegué a Córdoba joven, con mi mujer y un niño de dos meses. Vine a una ciudad sin familia y sin amistades a trabajar en la Confitería Serrano. Pero en el trabajo te conocí a ti, amigo Pedro, bueno, Perico, como te hemos dicho siempre. Desde ese momento has formado parte de mi vida con esa mano que me tendiste el primer día llena de amistad y cariño. Han sido 42 años de amistad, sin interés alguno. Por desgracia, ya he perdido a ese gran amigo. Sé que tu mujer, Carmen, como tus maravillosas hijas Carmeli y Caty, se han quedado huérfanas, y yo también me siento un poco así, con un gran vacío. Cuántas veces he ido a tu casa de la aldea de Zagrilla, porque lo tuyo era de todos.

El pasado noviembre volví a tu pueblo para acompañarte en tu último viaje. Si mala fue la ida, peor fue la vuelta, porque se quedaba mi amigo para siempre, en tu querido pueblo, y un trozo de mi vida. Ahora estarás en el sitio que le corresponde a la buena gente. Miraré a menudo al cielo y esa estrella que brille serás tú. Gracias por haber sido mi amigo y haber aportado tanto a mi vida. Siempre estarás en mi corazón y siempre te recordaré, Perico, porque las personas no mueren mientras se las recuerda.