¿Todos iguales? Pues no. Ya en el pasado los más simples no pasaban de esa simpleza. Ahora, con la barra libre de los establos de las redes, los rebuznos alcanzan hasta las gradas del Congreso de los Diputados, donde sus señorías se ponen al nivel más bajo del vulgo. No se trata de que Pedro Sánchez sea un santo y el resto unos filibusteros, pero es el único que puede formar gobierno, el único que se tiró más de una hora diciendo lo que haría si gobernaba y, dentro de la dureza, no insultó, no gritó ni puso cara de perro. En fin, si existieran el sentido común y la empatía, la cosa estaba hecha. Pero nuestros representantes, por desgracia, no alcanzan el nivel necesario.