Aunque algunos parece que no se han enterado, España también padece un shutdown, es decir, una paralización del gobierno, similar a la de Estados Unidos, pero con dos importantes diferencias. La primera es que en el shutdown español los funcionarios y, sobre todo, los enchufados han seguido cobrando sus nominas, y la segunda es con respecto a su duración. Mientras el shutdown de los Estados Unidos ha durado 35 días, el nuestro ya dura muchos meses, con un gobierno inoperante, basando su acción en cortinas de humos (ya cansa repetir lo de Franco, lo de los Aquarius, lo de los maravillosos diálogos con los separatistas y las bochornosas fotos de los pseudosuplantadores de jefes de Estado), sin saber resolver los múltiples problemas de los ciudadanos o, al menos, intentar hacerlo con medidas con un mínimo de lógica, de sentido común, y no con brindis al sol. Y aquí basta con hacer referencia a las últimas indicaciones de los empresarios.

Falconcito y su gobierno de Frankenstein están paralizados desde el momento que alcanzaron su ansiado poder (costara, y cueste, lo que cueste), sin los votos de los ciudadanos en unas elecciones, dando hasta vergüenza ajena el que se lo recuerden en Venezuela por venir de donde viene, de personajes que han llevado a la ruina a los venezolanos, en parte, al parecer, mediante los grandes e inestimables consejos de Iglesias y Zapatero.

Este Gobierno está paralizado, con un shutdown crónico, y silo actua a remolque de lo que les indica la UE, haciendo el ridículo (como con lo de Venezuela), mientras intenta remediar a duras penas sus maravillosas ocurrencias, pero con medidas que incumplen los acuerdos establecidos en la UE.

Y si no, que pregunten a Sánchez qué es lo que pasa en la calle Campano, cerca de Chiclana de la Frontera, y si es cierto o falso que desde alli, tras registrar en territorio español a muchos de esos 65.000 migrantes que han llegado en 2018, muchos de ellos irregulares, y pretendiendo paliar el problema ocasionado por su "buenismo" progresista, lanzando brindis para la galeria, meten a no pocos migrantes en autobuses rumbo a otros paises europeos, pretendiendo quitarse la patata caliente pseudopotenciada por sus ocurrencias, lanzándosela a otros paises de la UE en bochornosos viajes nocturnos. Venga, que responda. Pero, como probablemente Sánchez y su gobierno Frankenstein no lo harán o se saldrán por los cerros de Úbeda, quizá incluso amenanzando, que es, al parecer, casi lo que hasta ahora saben hacer, entonces que pregunten al dueño y empleados de la Venta Campano.