Personalmente siempre creí que para ocupar un puesto de gran responsabilidad se debería tener una «gran clase», pero a la vista de ciertos comportamientos de parte de la «clase política» que actualmente nos gobierna, me llevo una gran decepción.

En esta ocasión me refiero a nuestra vicepresidenta que, siendo ministra de Cultura en el Gobierno de Rodríguez Zapatero, facilitó el traslado del archivo de Salamanca a Cataluña, naturalmente para contentar a los catalanes, y que con su frase «el dinero público no es de nadie» se cubrió de gloria. Quizás ignoraba lo que estaba sucediendo en Andalucía.

Afirma que la Iglesia debe pagar impuestos, y quizás lleve razón, pero se olvida de la gran labor social que la misma realiza. Se olvida además, por ejemplo, de lo sucedido con parte de los emigrantes del Acuarius: se les recibió con un gran despliegue de medios, y hoy parte de esos emigrantes son atendidos por instituciones ligadas a la Iglesia.

Marchó al Vaticano para solicitar ayuda sobre la exhumación de los restos de Franco, donde poco caso le hicieron; aún así, sigue pidiendo explicaciones sobre este tema como si esto fuera uno de los problemas más importantes que tenemos.

Y la guinda la ha puesto al decir que «el feminismo no es de todas... nos lo hemos currado en la genealogía del pensamiento socialista». Y se quedó tan pancha. Qué falta de «memoria histórica», pues parece mentira que no recuerde quién fue la primera mujer activista por el voto femenino de ideología liberal, quién hizo posible el voto femenino frente a la oposición de la izquierda, quién fue la primera mujer Fiscal General del Estado del PP, quién fue la primer mujer ministra en España de UCD. Dedíquese a leer algo más para no meter la pata.

No sé si en su ciudad natal compartirán sus opiniones. De lo que casi estoy seguro es de que el señor Solís dejó mejor recuerdo para la posteridad del que usted deje.