No sé como vendrán, igual que tantos años. No sé que traerán entre las costuras del aire siempre etéreos entre las dunas del mar del tiempo espejos del ayer de esencia hoy renovados. Tiempo de soñar, amor de diversión de nuevo. Están como el ingenuo deseo de un ayer hoy de esperanzas lánguidas y experiencias vivas pues son lo que hemos soñado, despierta el alma. Noche donde centellea la ilusión dormida, donde cantan las estrellas ásperas de alumbrar entre tantas ilusiones mezcladas con la lluvia, eterna canción de somnolientos atardeceres. Ellos vienen de y por donde siempre han venido entre brumas de cristal y azogue plateado, reflejos de un brillante amanecer que hoy despierta. Y yo aquí con mi cantar y mi ilusión a vueltas. Tras los ventanales que al sol robarle quieren dejo lo que haya que hacer y me sumerjo entero con el alma penetrante en la barrera del tiempo. Y si el amanecer se retrasa, queda la esperanza. Cada vez que despierto, contemplo sus huellas, su rastro persigo por prados y praderas de los seres vivos manteniendo la nostalgia de ese ayer ahora. Son camellos y dromedarios de espeso andar. Tres vienen, tres principales a lomos de los vientos del tenue horizonte brumoso hacia el ocaso ahítos de triscar por senderos de leyenda cargados con los sueños que forjan los soñadores. Tres eran y son tres, y siguen aún siéndolo. El tiempo se detiene, la esperanza se densa, el candor emerge entre llamas de colores y los ojos, entre brumas, miran encendidos la estrella que destaca en la celeste esfera. El sol se oculta quejumbroso ante la noche, el espíritu se crece ahora enardecido y los sueños se materializan hoy visibles. Una ilusión, una esperanza, un fulgor, una maravilla que trasciende los anhelos, que no abarca la palabra ni el decir ni nada, pero la ilusión palpa lo que la razón le niega.