Respuesta al señor Carlos Cabrera por su artículo de opinión publicado en DIARIO CORDOBA el 21 de enero de 2021

Señor antropólogo: Lo de “quién nos echa un capote” es una forma de hablar muy taurina como muchas otras locuciones que han quedado en nuestro lenguaje derivadas de dicha actividad empresarial. Efectivamente esto es un logro de la sociedad que iba a ver las corridas de toros desde antaño, pero no tanto, le recuerdo que a partir del s.XVIII, es como los especialistas en el tema han considerado como el nacimiento de las corridas de toros tal y como se conocen actualmente, aunque los reglamentos sean posteriores. Como sabe un reglamento es una norma que se hace para evitar, en el caso de las corridas de toros, tantas y tantas tardes de barbarie, de fraude de cornamenta y de poner un sentido a lo que antes era el circo romano hispanizado.

Se pregunta por qué antes de que la Tauromaquia cayera en picado, algo que lleva sucediendo en el mundo y en este país desde hace bastante tiempo, las corridas de toros eran tan seguidas por los españoles y usted da algunas respuestas del por qué ahora no son tan seguidas. Yo le respondo con la opinión que me da el conocimiento de la fisiología, anatomía y comportamiento de los toros y especializado en el tratamiento y prevención del sufrimiento y el dolor de mamíferos desde hace 30 años: Es mentira el argumentario tradicional.

Se ha ido principalmente a los toros para ver el morbo de lo que supone un ser humano pasar miedo, sufrir ante una cornada más o menos grave o poder insultar a todo quisqui incluidos los veterinarios y presidentes de corrida cuando las cosas no salen como esperan porque han pagado para ver el espectáculo. Como antropólogo sabrá que esto es tan humano como el comportamiento altruista.

Me ofende a mí y a muchos cuando dice que las corridas de toros son la salvaguarda de la identidad española; yo le digo que no que esto es solo la salvaguarda de la identidad de aquellos que les gusta ver el espectáculo sean o no españoles. Los taurinos y quienes ejecutan a los toros nunca han querido cambios en su modo de trabajar y los jóvenes atraídos por la fama y forma de vida torera, inclusive el machismo más rancio, puede que llenen las escuelas taurinas, pero a menores se les educa en la violencia de la Tauromaquia.

Mucho antes de que usted y yo naciéramos en las plazas de toros se tiraban perros, sillas, puñales, se les pegaba fuego a las banderillas, se multiplicaban los caballos eventrados por cornadas sin que nadie los retirara dejándolos morir agónicamente, se mataban unos seguidores de un torero con los de otro. Esto es la realidad de la Cultura y Tradición españolas: la violencia, el energunismo, el analfabetismo, gente que se pasaba horas y horas viendo matar animales como en el Circo Romano. De hecho, en 1898 cuando se perdieron las colonias de ultramar los españoles estaban más interesados por las corridas de toros que por este hecho de la Historia.

Por cada español taurino hay otro que es anti taurino. Deje de implicarnos a todos en este bochornoso espectáculo de tiempos pretéritos y que se quede todo en los Museos como se han quedado las hachas de sílex, las alabardas y la mano incorrupta de Santa Teresa.

Termino aludiendo a Vicente Blasco Ibáñez, un grande de nuestra literatura, en su obra Sangre y Arena, publicada en 1908 e inspirada en la vida de un torero muerto por cogida en 1894. "¡Pobre toro! ¡Pobre espada!... De pronto, el circo rumoroso lanzó un alarido saludando la continuación del espectáculo. El Nacional cerró los ojos y apretó los puños. Rugía la fiera: la verdadera, la única".

* Rafael A. Luna Murillo es veterinario y etólogo