De manera estacional, sobre todo en invierno, hay circunstancias previsibles que hacen que la demanda de pacientes aumente de modo considerable tanto en Atención Primaria como en hospital, existiendo indicadores que hacen prever esa coyuntura y por tanto los recursos públicos debieran adaptarse para dar una respuesta adecuada a esa necesidad. Esa adaptación pasa sin lugar a dudas, entre otros procedimientos, por aumentar el personal que debe atender y solucionar el problema de salud de los ciudadanos que se encuentran enfermos y reclaman ser atendidos...

Hemos vivido de nuevo en nuestros centros de salud, durante esta última epidemia de gripe, circunstancias absolutamente inadmisibles en la atención a los pacientes que han rayado el límite de lo tolerable desde el punto de vista asistencial y laboral, cuestión esta última que en nuestra profesión se traduce en un gran riesgo para la salud del paciente, y la del médico. Es inaceptable hoy día sobrecargar una agenda de trabajo, de por sí saturada, con un aumento inabarcable del 30-40% de la asistencia habitual, es decir más de 70 pacientes, muchos de ellos pacientes ancianos con patologías crónicas. Todo ello en 7 horas ininterrumpidas de trabajo a todas luces insuficientes, a 5-6 minutos por paciente. A esto hay que añadir la atención obligada a enfermos con patología urgente que no están citados amén de la atención domiciliaria.

A este panorama de una jornada laboral habitual, diaria, hay que sumarle la continuación de la misma, en muchos casos realizada por el mismo médico (y enfermero), para dar cobertura asistencial a las urgencias mediante el sistema de guardias, hasta completar 24 horas de trabajo ininterrumpido. Esta es la realidad de muchos de nuestros centros de salud y de los profesionales que trabajamos en ellos, todos identificados con un sistema público de calidad y muy preocupados por el caos («desorden o confusión absoluta») que hemos vivido. Insisto, es algo que se ve venir casi todos los años y todos los años ocurre lo mismo. Se habla del mismo plan de contingencia, inexistente en la mayoría de los centros de salud que ha hecho que se desborde la demanda y se deteriore peligrosamente la calidad de la asistencia. Lo principal no es solo gestionar y organizar la masificación de los puntos de urgencias (hospitalarios y extrahospitalarios) sino adecuar y adaptar los centros de salud, teórica puerta de entrada al sistema de salud, con medios y personal suficiente para atender de manera ágil y correcta esa demanda. Y eso, de nuevo, no se ha hecho.