Tratándose de música los bises son apropiados y buena señal.

La señora Porro, exsecretaria de nuestra Real Academia, es probablemente una autoridad en letras y literatura, pero en lo tocante a música es de una ignorancia supina; me consta que no sabe distinguir un adagio de un allegro y, como demuestra la anécdota que voy a contar seguidamente, con toda probabilidad ha asistido a muy pocos conciertos en su vida.

Dedicaba a nuestra Real Academia un estupendo recital en el salón de actos de la Facultad de Filosofía y Letras el tenor Pablo García López, y la señora Porro, como secretaria de la corporación estaba en primera fila. En un momento de la intervención del cantante, la señora Porro, a menos de dos metros de él, se puso a hacerle fotografías con flash. Como yo estaba a espaldas de ella, la exhorté en un susurro a que dejara de hacerlo; y ella mostró su extrañeza por lo que consideró una injerencia mía. Cuando cualquiera que haya asistido a solo dos conciertos sabe que en todo auditorio o teatro en el que se celebren conciertos, después de la última llamada al público para que ocupe sus asientos, la megafonía advierte que se desconecten los móviles y que no se pueden hacer fotografías, mucho menos con flash, porque se supone, añado yo, que ello podría ocasionar una distracción en el solista o en el cantante, susceptible de arruinar el concierto. Todo asistente a conciertos sabe que las obligadas fotografías de prensa las hacen los fotoperiodistas con teleobjetivo, lejos, y sin flash.

Pero en lo tocante a la música no es que la señora Porro ignora mucho, es que todo lo que afecta a la música parece que la pone nerviosa y la troca en un ser combatiente y agresivo. No hace mucho publicó en este periódico una carta ilustrada al director casi con el mismo título de este artículo, que ahora releo al prepararme a archivar. Se refiere a un artículo mío que desde luego no ha entendido en absoluto y arremete contra mí como si yo hubiera atacado a la Real Academia de sus tiempos de secretaria y me atribuye, no sé por qué, de culpabilizar a la junta rectora saliente por falta de programación musical.

Cuando lo que yo hacía en mi artículo era simplemente elogiar que en la última reforma de los Estatutos se haya incluido entre los cometidos de la Academia el de organizar conciertos.

Precisamente en el campo de la música es en el que menos cabe culpabilizar al señor Criado de los últimos tiempos. En mi caso he de reconocer que cuando se me ocurrió proponer el nombramiento de académico correspondiente en la Habana del maestro Leo Brouwer solo recibí del señor Criado amparo y ánimo. Y cuando se celebró la inolvidable conferencia del director sobre música popular, con ilustraciones musicales, como trabajo de presentación, el señor Criado que tenía la costumbre de hacer personalmente todas las presentaciones de todos los intervinientes, delegó en mí la de Brouwer, que hice con toda la ilusión del mundo.

Señora Porro: avive el seso y trate de ver las cosas como son y leer los artículos de los demás como los demás tratamos de leer los suyos, de buena fe y sin prejuicios.

Pero claro es que tratándose de música y de usted la probabilidad de que salten notas desafinadas es muy alta. Y sin embargo suele decirse que la música amansa a las fieras.

Rafael Mir Jordano. Académico numerario y excensor de la Real Academia de Córdoba

Córdoba