Digo yo, que si hay un monarca, un emperador, o un Papa que despilfarra el dinero público, no cumple con sus obligaciones y no se controla de cintura para abajo, a ese es el que hay que sentar en el banquillo, y no al ciudadano que lo denuncia, al que habría que darle una medalla por decir verdad y por su defensa de lo público. Ya está bien de matar al mensajero. Porque sin libertad de opinión y expresión, no hay democracia. Hombre, por favor, que estamos en el siglo XXI. «La verdad no mancha los labios de quien la dice, sino las conciencias de quienes la ocultan».