Que un individuo, en su delirium tremens, decida apretar el gatillo, y matar a quemarropa, bajo ráfagas de plomo y odio, a clientes de un concurrido supermercado, parece ser otro escenario más, en las guerras particulares que suceden hoy en día, en el siglo XXI. El estratega (en este caso el asesino) elige a sus enemigos, el campo de batalla: supermercados, iglesias, colegios, universidades... el arma y la hora, para matar por puro placer. Intenta justificarse, enviando mensajes previos a través de las redes sociales, para comenzar así su particular venganza. Eso sí, los motivos personales (al margen de su trastorno mental) vienen dados (según parece) por tendencias xenófobas, que son manipuladas desde algunas cúpulas del poder político, sin rubor alguno, por todo el mundo, con un trasfondo económico y materialista que apesta.