2019 ha sido un periodo convulso en España. Sentencias como la de los ERE, el procés, así como una más que palpable desaceleración económica y el ascenso político de la ultraderecha representada por el partido político Vox. Todos estos sucesos han ido encaminados en la misma dirección radical: cuestionar la democracia y sacar a la palestra la definición y replanteamiento de esta. Pero ¿realmente sabemos qué es la Democracia, con mayúsculas?

Cuando nos referimos a Democracia no dejamos de utilizar una palabra de origen griego, δ?μος, que se puede traducir como pueblo, y κρατ?α, fuerza o poder. Dicho así, parece que nuestra concepción del término no podría estar más alejada de la realidad, si bien tenemos mecanismos como el sufragio universal y las medidas sociales que nos acercan a esta Democracia griega que Pericles, allá por el siglo V a.C., tildó de «radical». Sin embargo, cuando le preguntaron a Solón si había otorgado las mejores leyes de que era capaz a los atenienses el respondió «claro que sí» pero «de las que habrían admitido».

Muchos historiadores han planteado que las bases de la Democracia actual se sustentaban en ideales liberales aparecidos durante el siglo XIX y que se han sometido a revisión en algunas de sus patas, pero no han cambiado la raíz del sistema. Cuando los historiadores hemos dejado libre el debate en torno a esta idea, vemos como es copado por otros sectores que aprovecharán este vacío para proponer medidas antiguas que no dieron ningún resultado positivo a la mayoría social. Vengo a ofrecer una nueva interpretación que ataque «radicalmente» a la Democracia. Cambiemos el término a Democratización. Procesos democratizadores. Si algo ha demostrado la Historia Europea es que la Democracia es la excepción a lo largo de los periodos históricos, pero siempre ha existido democratización, aunque en muchas ocasiones fuera denostada. Denigrada por la interpretación historiográfica que se ha realizado de revueltas campesinas en el mundo rural andaluz, de la mujer que se revela contra su marido por dignidad humana.

Como denigrada ha sido Nadia Otmani por la prensa al enfrentarse a las afirmaciones «antidemocratizadoras» de Ortega-Smith en el acto municipal del Ayuntamiento de Madrid a final de noviembre, así como todas las mujeres que resisten lo antidemocrático a diario. Denigrado y despojado de sus cargos públicos fue Rafael Herrera, habitante de Bujalance de Córdoba, por defender en su plaza de maestro de primeras letras los preceptos constitucionales de 1812 en plena represión fernandina en el año 1815. Tenemos numerosos casos de procesos democratizadores a lo largo de la historia, simplemente debemos abandonar la concepción de democracia actual y proceder a una renovación conceptual que acabe salvando a la Democracia de la liquidación definitiva. Porque los tiempos pasados no fueron mejores o peores. Simplemente existieron -erant que decía el verbo latino- y de ellos debemos aprender. El mundo necesita, más que nunca, a los historiadores.