El alma tuvo momentos alegres cuando sin cortapisas pudo moverse mientras estaba sentada ante el concierto que interpretaba la orquesta y coro de la Catedral de Córdoba. Sintió ascender un gozo inesperado al oír insinuar los solemnes aleluyas de Haendel.

El alma danza suavemente y abre sus puertas para dejar entrar a Mozart lentamente y se balancea sobre los minutos para poder disfrutar de la excelencia de cuerdas, metales y voces de una orquesta excelente.

Como hace la libélula al moverse el alma se traslada hacia la libertad tras oír la suite de ese italiano que llenó de religiosidad el ambiente de aquel lujoso salón del Círculo de la Amistad donde estuvo el Paraíso antes y después de que Morricone nos llevase a la Misión.

Eran sonidos acogedores, satisfechos, conocidos, salmos que llegaban al corazón, perlas que corrían para verse en los espejos de aquel grandioso salón.

Ha sido una gran experiencia para la Fundación pro Academia recibir el apoyo del Cabildo catedralicio y comenzar esta su andadura con un concierto que anuncia la paz deseada en cada Navidad desde la atalaya de la solidaridad.