«Hijo mío, por favor, de tu blando lecho salta. Déjame dormir, mamá, que no hace ninguna falta. Hijo mío,por favor, levántate y desayuna. Déjame dormir mamá, que no hace falta ninguna. Hijo, por favor, que traigo el café con leche. Mamá deja que este un rato más en las sábanas. Hijo mío por favor, que España entera se afana. ¡Que no! ¡Que no me levanto porque no me da la gana! Hijo mío, por favor, que el sol esta ya en lo alto. Déjame dormir mamá, no pasa nada si falto. Hijo mío, por favor, que es la hora del almuerzo. Déjame, que levantarme me supone mucho esfuerzo.

Hijo mío, por favor, van a llamarte haragán. Déjame, mamá, que nunca me ha importado el qué dirán. Hijo mío, por favor, ¿y si tu jefe se enfada?. Que no mamá, déjame, que no me va a pasar nada. Hijo mío, por favor, que ya has dormido bastante. Déjame mamá, que soy diputado en el Congreso y si falto a la sesiones ni se advierte ni se nota. Solamente necesito acudir cuando se vota, que los diputados somos ovejitas de un rebaño para votar lo que digan y dormir en el escaño. En serio mamita mía, yo no sé por qué te preocupas, si por ser culiparlante, cobro mi sueldo y mis dietas.

Lo único que preciso de verdad, mamá, no insistas, es conseguir otra vez que me pongan en las listas. Hacer la pelota al líder de turno, ser sumiso y amable, y aplaudirle por supuesto cuando el colega, en la tribuna hable. Y es que ser parlamentario fatiga mucho y amuerma. Por eso estoy tan molido. ¿Déjame mamá, que duerma!. Bueno te dejo hijo mío, perdóname, lo lamento, ¡yo no sabía el estrés que produce el Parlamento!». Este poema, escrito por el periodista y poeta José Aguilar Jurado, alias Fray Josepho de la Tarima, no hace más que plasmar la cruda realidad de la casta política de este país, sean del color que sean.

Y bajo mi opinión personal, se queda corto al describir a este hatajo de vividores, que se dedican a la honrosa profesión (entre comillas), de la política. Porque desde que España, aprobó la Constitución, los casos de corrupción en este país, no han cesado, y los que quedan por saberse. Y estos casos alcanzan a todos los estamentos e instituciones, no se salva ni el potito. Porque no hay más que ver en las sesiones de sus señorías, las caras de aburrimiento que tienen (y eso, el que no esté echando una cabezadita, o liado con el watshapp). Y es que hay un refrán que dice «la realidad supera a la ficción», y en verdad que yo digo que es así.