Y para algunos, quizá, hasta dé lástima. De nuevo ha querido darnos una clase magistral de democracia con un no sé qué «menos hablar del VAR y más de los presos políticos», que él y sus acóliticos defenderán como, entre otras cosas, una gran original libertad de expresión, pero, por supuesto, para él, no para los que piensan de otra manera.

El chico de los problemas podrá seguir yendo por la vida mirando a muchos por encima del hombro y, hablando ex-cátedra, pretender que los demás le obedezcan, cual si fuera un dictador provocador. Pero, ojalá nos equivoquemos, podría acabar alguna vez en una situación no muy buena.