Pronto se juzgará en Córdoba a la persona que dejó una rehala de perros encerrada en un coche bajo los 40º del sol del verano, al tiempo que El Arca de Noé solicita apoyo para cuidar de la única superviviente, la perra Cloe, que salió adelante mientras sus nueve compañeros morían deshidratados por el calor asfixiante.

Yo presencié una vez, y lo recuerdo con espanto, la agonía de un enorme perro pastor dentro de un coche estacionado a pleno sol. Cuando nos dimos cuenta los transeúntes e intentamos dar agua al animal a través de la pequeña ranura abierta en la ventana era demasiado tarde. Al llegar el dueño, lo abrasamos a recriminaciones, pero lo cierto es que él lloraba como un niño cuando vio el estado de su perro: aparcó su coche a la sombra, pero al pasar el tiempo acabó a pleno sol. No es excusa, pues con tantos tristes ejemplos -algunos espeluznantes, pues ha ocurrido con niños pequeños, creo que hubo un caso de muerte y otro de detención de los padres de los pequeños- todos sabemos que dentro de un coche estacionado no puede quedarse en verano ningún animal o ser humano y los enormes riesgos que conlleva.