«Un país que esconde a sus víctimas es un país enfermo» (Carmen Olmedo Checa).

Con más de 25 años trabajando con mujeres víctimas de violencia, sus hijas e hijos, hoy no puedo callar que hasta el 18 de julio del 2018, la judicatura en España no ha arrebatado la patria potestad de sus hijas e hijos a maltratadores y asesinos. Sí he visto que las mujeres víctimas de violencia en casas de acogida o no, han sido obligadas y penalizadas, por no llevar a sus hijas e hijos al «punto de encuentro» teniendo que costear en muchas ocasiones los gastos de viaje y otras necesidades la propia administración.

Convendrán conmigo que un padre es aquel que cuida y no maltrata ni abusa sexualmente de la madre de sus hijas e hijos. Un padre es quien se ocupa de enfermedades o accidentes, quien les lleva al colegio, a los cumpleaños, quien va a las tutorías, a las fiestas de fin curso, quien se levanta por la noche cuando llora y quien sale corriendo del trabajo porque le avisan del colegio. Un padre también es el que se recorre la ciudad buscando un/a dentista para su hija/o, o sus clases extraescolares para que sus criaturas se desarrollen sanas física y psíquicamente.

He visto y oído a mujeres llorar y enfermar por no entender que el agresor esté en la calle, en su casa, municipio o ciudad, con su familia y amistades... Y ella escondida con sus hijas e hijos, sacada de su casa, de su municipio o ciudad, y sus hijas e hijos desarraigados de sus colegios de sus amigas y amigos desde la más tierna infancia.

No menos padecen todas las mujeres que han decidido denunciar o no a sus maltratadores para poder seguir adelante, recuerden que las mujeres ganamos un 30% menos que los varones a mismo puesto de trabajo, los contratos a tiempo parcial y los trabajos peor pagados son los feminizados. Recuerden que los horarios y vacaciones laborales no coinciden con los escolares. Recuerden que todas estas circunstancias ocurren en este país así como también ocurre que las mujeres separadas que han denunciado o no a una pareja tienen derecho a que el padre de sus criaturas se responsabilice no solo del pago de alimentos sino también de la salud y la educación de sus hijas e hijos, como en toda regla, aquí también existe la excepción afortunadamente, por supuesto que hay padres que ejercen como tales.

Todos estos hechos, y muchos más, son los que llenan de contenido las vindicaciones de las mujeres y organizaciones feministas. Estas desigualdades que no encuentran respuesta en una sociedad llamada del bienestar, en tanto que sus ciudadanas, hijas e hijos son despreciadas y se les ha arrebatado a lo largo de la historia la categoría de madre de familia, en cuanto a que los empleos, prestaciones y otros llevan primero la categoría de padre de familia, por lo que se ha naturalizado el derecho del padre hasta el punto de ser la madre la que sea privada de la patria potestad y encerrada en una cárcel, pagando una pena que dista mucho de las que se impone a quienes maltratan a las madres de sus hijas e hijos, e incluso de quienes llegan a asesinarla, que aunque sean encarcelados, siguen disfrutando de la patria potestad.