Una vez más la valentía del papa Francisco, como avanzadilla en bien de la humanidad y manifestando un no fuerte a la pena de muerte. Todo ciudadano de bien sabría definir en pocas palabras el fundamento de la pena de muerte. Hará unos años se celebró una edición especial por parte de Amnistía Internacional en recuerdo de la primera abolición de la pena capital en el Gran Ducado de Toscana en 1786. Actualmente miles de ciudades de todo el mundo dicen no a esta pena cruel e injusta que elimina la vida. No hay justicia si no hay vida. Me opongo (y así también lo ha manifestado el papa Francisco recientemente) frontalmente a la pena de muerte en todos los casos sin excepción, con independencia de la naturaleza y de las circunstancias del delito, de la culpabilidad, inocencia u otras características de la persona y del método empleado por el Estado para llevar a cabo la ejecución. La pena de muerte viola el derecho a la vida, proclamado en la Declaración Universal de Derechos Humanos, y es el castigo cruel, inhumano y degradante por excelencia. Para el creyente, la vida es un don de Dios.

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