Cual libélula, ellas brillan con luz propia. Presas en el atardecer combaten en las entrañas de los poemas, donde ocultan la envoltura de las nubes de jazmines en proceso de reconstrucción. Sus voces transformadas en melodías sacan músculo. Juego hipnótico de espejos que enfocan sobre la herida, desempolvando sus versos que viajan desde el alma al papel. Ellas son: Isabel Rezmo, Sole Raya, María Piña, Yolanda, Martínez, Raquel Gil, Ana García y yo, una eterna aprendiz. En Montilla nos reciben con los brazos abiertos en el santuario de la cultura, una sucursal del Paraíso Terrenal, la Librería Nobel, un lugar acogedor, decorado con un gusto exquisito, magistralmente dirigida por Sole. La actividad, charla-recital Versos de mujer, coordinado por Isabel Rezmo: palabras salvajes que levantan una construcción inteligente, crea destinos en perfecto equilibrio entre alma, mente y cuerpo. Mujer de infinitos saberes. Sole Raya: la voz poética le surge del interior, cuenta cosas importantes que despiertan la memoria. Letras que habitan en la arquitectura no efímera, rompiendo el silencio cargado de verdad. La simbología de la supervivencia, saciada, redimida. María Piña: ella es el erotismo en estado puro. Sus escritos palpitan, contagian sensaciones construidas sobre reflexiones de la condición humana. Tornado erótico. Recita como si le practicara la autopsia a la relación amorosa. Yolanda Martínez: creativa,la sencillez sin dobleces. La ceniza y sus llagas abiertas se nutren del dolor manuscrito. Está presente el compromiso social y su poderoso vínculo. Escondidos tras el pasado restos de antiguos volcanes cargados de personalidad. Raquel Gil: poeta y novelista. En su obra literaria se aprecia un proceso de inmersión al límite, que busca su propia definición, dotando de identidad a la eternidad en llamas que fenece sobre un cable de alta tensión. Con virtuosismo coloca sus composiciones poéticas en la cuerda floja. Ana García: tono reposado, fruto de una temprana selección de lecturas, depuración expresiva. Sobre el alféizar de la madrugada se posan las gotas de esperanza que asisten al deshielo del recuerdo. ¿Se puede bordar el olvido? Todas nosotras quisimos «ser agua/ o sendero/ o pecado, donde/ te sientes vendimia/ y tus pies y mis manos/ sean memoria/ de libélulas y nebulosas» (Rocío Biedma).