Gallardón y Ana Botella, en sus megalómanas tres candidaturas olímpicas fallidas, dilapidaron demasiado dinero público. Ni más ni menos que 8.000 millones de euros; y según la consultora PwC, si nos hubieran concedido su organización, el PIB español habría aumentado unos 3.500 millones. ¡Brillante negocio! 8.000 de pérdida real frente a unos hipotéticos 3.500 de ingreso.

Bien, vale... es agua pasada. Hagamos un ejercicio de imaginación y supongamos que nos adjudican las de 2032. Realmente, la diferencia entre lo que se arriesga y lo que se va obtener no es tanta y, siendo hijos de la picaresca del Siglo de Oro apelaríamos a la ley de la oferta y la demanda para subir precios -alquiler, comida, ocio...-, que jamás volverían a bajar. Otra vez la pesadilla del IPC, con pérdida de poder adquisitivo para jóvenes, parados y jubilados. ¡No, gracias!

A Martínez-Almeida y su equipo les aconsejaría que se tomaran «a relaxing cup of café con leche in Plaza Mayor» y estudiaran cómo, con ese dineral, mejorar la vida de los madrileños. Seguro que sería mejor invertirlo en sanidad o educación… o para atraer un turismo de calidad y estable en el tiempo promocionando los museos madrileños -entre los mejores del mundo- y no turistas de un solo evento.