Vemos por la televisión las imágenes de un hombre colgado de una ventana que intenta salvarse de un fuego que, al parecer, él mismo ha provocado. Quién sabe si, tras asesinar a su expareja y a la madre de esta, se quiso suicidar, pero con esa escasa convicción que tienen los homicidas machistas cuando ya han conseguido su objetivo de eliminar de la faz de la tierra a la mujer que los rechaza. Y que los rechaza normalmente por los malos tratos y el ensañamiento de una convivencia convertida en un terror cotidiano. Dos mujeres más para la estadística de la violencia machista, esta vez en Vitoria, y unos bomberos que, cumpliendo con su deber, rescatan a un presunto asesino. ¿Cuándo va a cesar este horror?