Los antiguos paganos, hombres civilizados para la época en que vivieron, se inventaron ídolos a los que adoraban de forma diversa. Muchos hombres civilizados de nuestros días, nuevos paganos, levantan ídolos mejor construidos y más refinados.

Parece producirse en nuestros días una verdadera adoración e idolatría por todo aquello que se presenta bajo capa de progreso o que proporciona mayor bienestar material, más placer, más comodidad, etcétera... Con un olvido prácticamente completo de su ser espiritual y su salvación eterna.

Resultan actuales aquellas palabras de San Pablo en cartas a los Filipenses cuando se refiere a los que para ellos su Dios era el vientre y su gloria, sus propias vergüenzas, ya que su fin eran los placeres terrenos.

En la idolatría moderna, en la que se ven tentados también muchos cristianos, olvidando el inmenso tesoro de su fe y la riqueza del amor a Dios, el primer mandamiento del Decálogo se lesiona cuando se prefieren otras cosas a Dios, aunque sean buenas, pues entonces se las está amando desordenadamente.

Javier Pérez-Quesada

Córdoba