Me he repasado íntegro el discurso de Santiago Abascal (Vox) en Vista Alegre el pasado domingo, y no logro entender la furibunda reacción contraria de las izquierdas e ideólogos de género que tachan al partido de extrema derecha. En realidad sí entiendo su reacción, porque les molesta a todos ellos que les vengan a desmontar el chiringuito en el que viven instalados. Porque me pregunto si pedir una inmigración regulada ¿es racismo?; si mostrar oposición a la Ley de Memoria Histórica del PSOE ¿es ser extremista?; si defender la unidad de España ¿es ser facha?; si pedir la ilegalización de los partidos secesionistas ¿es ser antiespañol?; si criticar el monumental gasto de mantener las autonomías ¿es ser inconstitucional?; si defender a nuestros policías y miembros de la Guardia Civil ¿es ser franquista?; si querer mantener nuestras tradiciones ¿es ser retrogrado?; si apoyar los contratos laborales que premien el esfuerzo y el mérito ¿es ir contra los trabajadores?; si facilitar la fiscalidad de los emprendedores y de la clase media ¿es no progresar?; y por último, si pedir el respeto a la propiedad privada ¿es ser capitalista? Para mí y para muchos todas estas preguntas que forman parte del contenido del discurso tiene la misma respuesta: «no». Y saludemos a este nuevo partido que viene a ocupar el espacio político de una verdadera derecha.