Por desgracia, las noticias de sucesos no cesan en nuestros periódicos y boletines informativos. No entenderé nunca la capacidad enorme del ser humano de hacer daño y de enfrentarse unos con otros sin ningún motivo, ni justificación. Siendo el animal «más racional» de la tierra, ¿cómo, a veces, nos complicamos la vida, peleándonos por tonterías e idioteces, realizando verdaderas barbaridades, en vez de dialogar con tranquilidad y arreglar los problemas con suavidad? Es más fácil hacer el bien, que el mal. Y la mayoría de las veces optamos incomprensible por lo segundo, sin ningún motivo, ni necesidad. ¿Por qué? Me voy a referir a dos casos patéticos e incomprensibles:

1. Resulta bochornoso lo ocurrido en Rusia, cuando hace unos días una profesora, creyendo que hacia tratamientos a un niño con parálisis cerebral en una piscina, abusó de él con malos tratos. Esto es denunciable y debería de ir a la cárcel esta señora directamente, sin ningún tipo de fianza ni justificación.

2. Pero no hace falta irse tan lejos: el otro día, en un colegio de una localidad de nuestra región andaluza, dos profesoras y una monitora abusaron con presuntas vejaciones a una niña autista. Por fortuna, se le puede abrir expediente grave a estas profesoras, acarreando suspensión de empleo y sueldo.

¿Por qué ocurren estas cosas? En estos casos falla la vocación de forma clara y amplia, pero hago un llamamiento para que usemos la mente humana, antes de actuar violentamente o evitar cualquier alteración. Somos seres humanos y deberíamos llevar siempre por bandera la inteligencia emocional.