Leo con asombro en este diario las declaraciones de algunos vecinos de la infortunada plaza de los Derechos Humanos el día de su renombramiento como plaza de Cañero: «La verdad es que me da igual lo que hizo», «hay cosas más importantes en qué pensar», «es el nombre que ha tenido siempre»... Total, qué más da. Es lo mismo si se dedica una calle a Cañero, a Gandhi o a Bin Laden. Las cosas que llevan tanto tiempo con nosotros se hacen invisibles o de la familia, como las princesas del Hola, las rebajas de El Corte Inglés, los muertos en el estrecho o los bombardeos en Palestina. Da igual que la mitad de nuestra cesta de la compra sea basura o que la extrema derecha se cuele en el tren democrático. Total, todos son iguales. Eso sí, que no me quiten el WhatsApp ni la liga, que ahí sí que me planto.