Da pena comprobar cómo desgraciadamente, las palabras «nación» y «bandera» actualmente solo dividen a los hombres, y cómo desde cualquier grupo, político, social, ciudadano e incluso económico, se hace un uso partidista de ambos terminos. Tenemos una nación pluricultural, con una historia común, con costumbres, lenguas, y expresiones artísticas tan diversas que deberíamos sentirnos afortunados.

La auténtica identidad de un pueblo es su cultura, y ninguna cultura excluye a cualquier otra cultura, al contrario, se complementan y enriquecen mutuamente. Solo desde intereses particulares y sectarios se distorsiona esa realidad.

Al mismo tiempo la bandera no es patrimonio de ninguna ideología, la Bandera (llega con Carlos III en 1785 y se adopta finalmente, como bandera nacional española, por Isabel II en 1843), representa a un país, un país como el nuestro, que tras el fracaso de la convivencia entre españoles, ¡hace ya 82 años!, consigue con mucho esfuerzo evolucionar hacia una democracia con una Constitución que nos iguala y nos defiende, y obliga a cumplir las normas, para que respetándolas dejemos los errores atrás y podamos seguir llamándonos una nación democrática.