El pasado martes, 11 de julio, nos concentramos en el Vial frente al Center unas 200 personas procedentes de parroquias, movimientos y oenegés para dar voz y luz a los sin voz. 52 víctimas subsaharianas para las que el Mediterráneo vuelve a ser sepultura de sus sueños, fosa común de la esperanza, creían escapar de la violencia, de la guerra, de la injusticia y del hambre, para encontrar fronteras de agua, de alambradas, muros de nacionalismos excluyentes, puertas cerradas por leyes e intereses proteccionistas.

Manifestamos nuestra denuncia y nuestro pesar con el silencio y la poesía, nos juntamos para no ser cómplices de estos crímenes contra la humanidad, para denunciar la vergüenza que nos provoca no ser capaces de frenar esta sangría y decir públicamente que estamos con ellos, que no los vemos como una amenaza, que no les cerramos las puertas, que repudiamos los sistemas sociales, políticos y económicos que los han condenado a muerte. Estas muertes no son accidentes, son crímenes que tienen culpables: las mafias que trafican con las personas; los tiranos de los países de origen que continúan saqueando las sobras de los colonialistas europeos; las potencias y grandes compañías que siguen explotando los recursos naturales fabricando guerras o apoyando tiranos; y los gobiernos de Europa, los nuestros, con leyes de extranjería y centros de internamiento que solo sirven para agravar los problemas cotidianos y no para resolverlos.