Si, por fin, en el PP, hubo primarias para elegir al presidente del partido, no sé a qué vienen tantos dimes y diretes con improperios, habladurías, chismes, amenazas y descalificaciones, por parte de esa mitad, que, según el derecho fundamental de la democracia, perdió unas elecciones. Si Pablo Casado ha sido el ganador, todos tenemos que estar con él. Pero, por lo que hemos visto en campaña, y estamos viendo, la cosa no va por buen camino. El endémico cainismo español sigue haciendo sus estragos entre los «hermanos y compañeros» del Partido Popular, y, más aún, y eso era de esperar, por todos los demás partidos, siendo, el más cainita, el secretario general de Ciudadanos, José Manuel Villegas, que dijo: «Estamos ante el PP de siempre, el viejo PP, el de la corrupción». Toda la izquierda, extrema izquierda, republicanos, antisistema, nacionalistas, separatistas, incluso, parte del cuarto poder, han empleado su típico cainismo destructor contra Pablo Casado.

No sé por qué, a estas alturas del siglo XXI, esas ancestrales ideas destructivas entre izquierdas y derechas, siguen sin estar abolidas, no solamente entre los más viejos, sino entre los jóvenes. Muchos de ellos son los que más odio y rechazo manifiestan. ¡Qué mala educación están recibiendo, por lo que se ve! Cualquier persona, joven, de mediana edad, o maduro, que se dedique a la política, tiene que trabajar por el bien común de todo el pueblo con eficacia, efectividad y eficiencia, para lograr una sociedad más justa, donde el estado de bienestar sea no solo para unos pocos, sino para todos. Y, para que esta lección venga como anillo al dedo, dirigiéndome a todos los militantes, simpatizantes y votantes del PP, les pido que se dejen de navajazos traperos, y todos, unidos como una piña, consigamos el fortalecimiento del PP, para que estos nuevos dirigentes maduren y den el fruto deseado: gobernar por el bien de España.