Ni el frío ni el mal tiempo. La cita y el compromiso adquirido por estas bellas mujeres villafranqueñas se antepuso a cualquier inclemencia, a cualquier adversidad.

Ellas, con sus mantillas negras y elegantemente vestidas, quisieron homenajear a Cristo y a la Virgen, acompañándolos por las calles de Villafranca. El Cristo de la Caridad abría el cortejo procesional. Un paso espeluznante por el realismo y la dureza de la representatividad, que no es otra que el castigo con crucifixión al que sometieron a Jesús. Seguía el Santo Sepulcro, con su austeridad a cuestas. Jesús yacente es llevado en un féretro de cristal. Finaliza este Viernes Santo villafranqueño la Virgen de la Soledad, que con lágrimas en el rostro muestra su desconsuelo, su soledad, su incomprensión ante la crucifixión y muerte de su hijo. ¡Existe dureza más grande!

La noche comenzó dudosa, en cuanto a la inestabilidad meteorológica, en cuanto a la posible lluvia, en cuanto al duro frío. Los presagios se cumplieron y conforme se adentró, la noche se enfureció; el viento y en un estremecedor frio no hicieron mella para este cortejo y estas mujeres conmemoraron la pasión y muerte de Cristo con mantilla negra, como la tradición y la historia han dejado huella entre los tiempos. A pesar de ello, siempre de pie, como don Eugenio dijo al referirse a la Virgen María. Felicidades a estas incansables y comprometidas villafranqueñas por enaltecer, embellecer y elevar en solemnidad, su Semana Santa.