Hacía tiempo que no me sentía tan lleno de vida como en estas últimas semanas. Todo ello, gracias a la Agrupación Musical Coral Calíope de Fernán Núñez, con quien he compartido ensayos estas últimas semanas.

Desde hace dos años soy miembro de ella y no puedo sentirme más orgulloso de cada uno de mis compañeros, ya que sin ellos, nada de esto tendría sentido. Son tres décadas y media las que llevan apostando porque la música, vocal o acompañada por instrumentos, consiga erizar la piel a todo tipo de público.

El pasado 5 de abril tuve la suerte de poder cantar de nuevo junto a ellos, y días después siento ese grado de satisfacción que es imposible quitarte del cuerpo por un concierto impecable. El Stabat Mater, dedicado a la Virgen María, ha hecho un año más, que el público se levante para demostrarnos su fidelidad y respeto por el trabajo realizado.

Agradecer a nuestro director, don Juan Ortega, el que siga derrochando esfuerzo con cada uno de nosotros y tire de un barco imposible de hundir. A María Dolores Ortega por demostrar, una vez más, que su voz se hace infinita entre las cúpulas de nuestra parroquia y así envolvernos a todos. A don David Ruiz, nuestro párroco, por acompañarnos magistralmente con su órgano y enriquecer aún más nuestra actuación.

A Pedro Laguna, que nos emocionó con su Vorrei Morire dejando tantos ojos abiertos como las notas que emitía con su torrente envidiable. Y cómo no, a sopranos, contraltos, tenores y bajos. Todos juntos proyectamos la esencia de lo que significa ser miembro de una coral. La unión de cada voz en su infinita onda, traspasamos los sentidos de todos quienes nos han escuchado alguna vez.

Que no se pierdan las buenas costumbres, ni estas segundas familias que te acogen sin distinción alguna. Que no se pierda el sentimiento, los valores y, cómo no, el talento.