En todo este lamentable asunto de la provocadora exposición que financian y propician las instituciones cordobesas con el dinero de todos los cordobeses, he quedado perpleja con determinados comentarios aparecidos en prensa. Y especial y lamentable el de la (espero que hasta dentro de muy poco) señora alcaldesa que, ante las reacciones justificadas de quienes nos hemos sentido humillados, nos insulte comparándonos con “tiempos de la Inquisición”. Si de implantar criterios autoritarios se refiere, Isabel Ambrosio ha sido la alcaldesa más sectaria en toda la historia constitucional. Posiblemente, y hay que recordarlo, porque ella no ha sido votada mayoritariamente por los cordobeses. El PSOE nunca ha ganado en Córdoba unas elecciones municipales. Jamás. Si ella llegó a la Alcaldía lo ha sido apoyada por un partido que a pesar de los pocos votos obtenidos, es el que la mantiene en el cargo. Por eso Ambrosio ha estado siempre más atenta a tenerlos contentos a ellos que a representar el verdadero sentir de la mayoría de los cordobeses. Y eso se ha visto desde el primer momento, en sus primeras reacciones.

Todo su mandato se ha caracterizado por su visceralidad en contra de la iglesia y de los sentimientos religiosos. Invisible en cualquier acto solemne que huela a iglesia y por supuesto negando cualquier apoyo municipal a cualquier proyecto o iniciativa que, para ella, tenga algo que ver con las creencias cristianas. Córdoba, por cultura, historia y tradición es cristiana, lo quiera ella o no lo quiera. ¿Pueden imaginarse qué sería Córdoba sin San Rafael, sin su Semana Santa, sin su Cristo de los Faroles que llora la cercana Virgen de los Dolores, sin las cruces de mayo, sin las Ermitas, sin la romería de Santo Domingo, ni la de la Virgen de Linares...?

Ella llegó al poder de la forma que sabemos y en lugar de apoyar el sentir mayoritario de los cordobeses se ha preocupado de no “molestar” a quienes la mantienen, a los que les concedió las más importantes concejalías. Por eso ni yo ni muchísimos cordobeses nos sentimos respaldados ni representados por ella, que nos margina y nos desprecia. Posiblemente pase a la historia como la peor y más sectaria de quienes han ocupado el mandato municipal en el periodo democrático. Ella puede tener personalmente los sentimientos y creencias que quiera, es muy libre. ¡Faltaría más! Pero como alcaldesa tiene la obligación de representar y proteger todo el riquísimo patrimonio cordobés, entre el que se encuentra la historia, tradiciones y creencias multiseculares, que ella no es quien para intentar destruir de forma inquisitorial. Si no es así, por coherencia y por vergüenza, no debió ni debe aspirar a ser alcaldesa. Quienes estuvimos en el pregón de Semana Santa pudimos constatar lo que a ella le importa el sentir de los pregoneros y del público. Pensemos en ello con vistas al día 26.