Me anuncia Luis Ortiz García que en enero próximo aparecerá un libro póstumo de Pablo en el que poder disfrutar de poemas inéditos. Uno de estos poemas es ‘Ombú’, árbol pampeño cuya fronda luce en la costa de Benalmádena frente al Maite I. Desconozco si aparecerá otro poema dedicado al cinamomo que luce en los jardines cercanos a Cruz Roja del que en principio Pablo creyó era un sicomoro.

La poesía de Pablo es casi siempre una mirada introspectiva de su propia subjetividad. Creo que Pablo alcanzó la felicidad porque logró la mayor perfección a través de los lazos de amistad. Tuve ocasión de oír poemas de su libro ‘Rumor Oculto’ a través de una voz femenina italiana de sonoridad que realzaba la voz que lo anticipaba en español.

Pablo no era monje solitario sino vida disfrutada entre amigos. Es inmortal por llevar una vida noble, digna de ser recordada. Ante la ausencia de personas a imitar la poesía adquiere un rol relevante para promover la virtud. Esa debe ser razón de existencia de Cosmopoética en Córdoba.

Al leer la poesía de Pablo se toma conciencia de que lo humano importa, tiene valía propia y dignidad. La dignidad de Pablo no se desprendía de quien era sino de lo que escribió, del esfuerzo de quien se autocalificaba de vago y hacía grandes esfuerzos para liberarse de pasiones y hacerse a sí mismo persona virtuosa. Me parecía que era al mismo tiempo persona estoica y epicúrea por su radical individualidad, deseo de autoafirmación y la autonomía moral de sus poemas. Conviene releer a Pablo en su intento de reconciliar moralidad y piedad cristiana y en su modo de minimizar los efectos del pecado original. Dio forma a un mundo poético pero siempre dentro de un mundo que la voluntad divina ha creado. Estemos expectantes ante el nuevo libro de Pablo García Baena.