Como cronista oficial de Aguilar de la Frontera, no puedo dejar de mostrar mi asombro y mi preocupación por una de las consecuencias que he observado tras la retirada de la Cruz de los Caídos del Llano de las Descalzas. Colaboro desde hace tiempo en una serie creada por la Delegación de Cultura del Ayuntamiento llamada ‘Conoce tu pueblo’ en la que, entre otras cuestiones, damos a conocer algunos de los rincones más bellos de nuestra localidad. Pues bien, aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, algunos opinantes han usado esa plataforma para anunciar a bombo y platillo -y también para recomendar- que no se visite Aguilar. Obviamente, las decisiones personales son todas respetables. No voy a obligar a quien no quiere a venir a conocernos. Pero sí pido a todos que reflexionen sobre esa invitación y que no confundan «churras con merinas» y separen el grano de la paja. Al tiempo, me permito recomendarles que hagan caso omiso a esos dislates y se animen, cuando las circunstancias sanitarias lo permitan, a disfrutar de este gran municipio. Aguilar de la Frontera es un lugar con encanto. Paseando por sus calles, se podrá descubrir un muy interesante patrimonio artístico y monumental, tanto de carácter eclesiástico como de carácter civil. Quienes han venido a conocernos, por ejemplo a través de una iniciativa extraordinaria como es el Club de Patrimonio, han mostrado repetidamente su admiración y su sorpresa por lo aquí descubierto: el yacimiento arqueológico del Cerro del Castillo, la Parroquia del Soterraño, la Iglesia de San José y San Roque, las numerosas casas señoriales, la Plaza de San José, la Torre del Reloj y un largo etcétera. También los aficionados al Medio Ambiente han podido complacerse -y podrán seguir haciéndolo- del marco maravilloso que son las lagunas de Zóñar y Rincón. Nuestra oferta cultural es amplia y consolidada, con actividades como la Noche de la Media Luna, pionera en las representaciones teatrales corales de la provincia, que trata, al mismo tiempo, de dar a conocer nuestro pasado y poner en valor el patrimonio. Y qué decir de los numerosos bares, restaurantes, confiterías, bodegas, cooperativas... en las que poder degustar las delicias de nuestra gastronomía, de nuestros caldos, de nuestro aceite, de nuestros dulces.

Los aguilarenses somos gente hospitalaria. El que quiere conocernos nos hallará siempre -antes, ahora y en el futuro- con los brazos abiertos. Sus guías turísticos os transportarán con pasión a los vericuetos de la historia local, los restauradores se desvivirán en ofreceros lo mejor de sus cartas con esmerada atención, su Ayuntamiento, cuando la ocasión lo requiera, os facilitará los trámites para que la visita sea agradable.