¿Hay labor profesional que humanice más que la Enseñanza? Desde siempre la escuela, adaptándose a los tiempos, ha sido el segundo hogar de las más pequeñas y pequeños, y los docentes las personas encargadas de transmitirles valores y conocimientos que favorezcan el desarrollo de su personalidad. Es tal la responsabilidad de aquellos que ejercemos esta profesión y el peso de las expectativas sociales que sobre ella se cierne, que no cabe otra razón que la vocación y la convicción de hacer de éste un mundo mejor por lo que nos dedicamos a ella.

Pero en los tiempos que corren, como no podía ser de otro modo, también estamos en crisis. Una crisis profunda que carcome el valor real de la escuela por la desestabilización y el modo cambiante de las leyes, por la falta de recursos y por la desvalorización de la labor de aquellos que nos levantamos cada mañana para abrir sus puertas.Las maestras y maestros somos ante las familias y los medios de comunicación la parte visible de toda la problemática y sobre nosotros se vuelca las frustración de aquellas personas que no encuentran respuesta en el sistema.

¿Acaso aquellos que viven con descontento y critican nuestra profesión se plantean las mil y una tareas que realizamos cada día? ¿A caso valoran los cuidados, la atención y el cariño con el que tratamos a sus hijos/as? No somos máquinas, somos personas movidas por la relación más humana que se puede dar con aquellas y aquellos que son nuestro futuro.

Remamos contra corriente cuando queremos primar la calidad de la enseñanza y nos imponen atender la cantidad de burocracia generada de forma interna y externa a la Administración. Leemos mil y un documentos y redactamos otros tantos. Nos reinventamos cada día persiguiendo la ilusión de poder llegar a todo... Y aún así, erramos. Y es entonces cuando nos sentimos infravalorados, desatendidos y en ocasiones ninguneados por quienes consideran que no hacemos bien nuestro trabajo.

Y entre tanto... ¿Qué hay del alumnado? ¿Quién, entre tanta denuncia, reivindica el tiempo que robamos a su aprendizaje? ¿Qué calidad alcanza las relaciones entre ellas y ellos y con el propio profesorado cuando no filtramos la distorsión de todo aquello que no tiene nada que ver con su proceso?

En esta ocasión la respuesta no está entre los objetivos o contenidos, no entre papeles... Sino en el sentido humano que de un tiempo hacia acá ha perdido la escuela. Solo pedimos no sentirnos en continuo juicio ni bajo el punto de mira. No queremos caminar en la cuerda floja.

Necesitamos recibir el respeto y la confianza que merecemos en la misma medida que se nos otorga y asumimos la responsabilidad. Necesitamos sentirnos humanos y seguros para transmitir eso a nuestro alumnado. Del resto ya nos ocupamos nosotras y nosotros en nuestro día a día porque así lo elegimos. Ya procuramos dignificar nuestra profesión para formar parte de quienes construyen una sociedad mejor.