He votado con rabia. Gracias, señores políticos. Gracias. Gracias a los corruptos (que por desgracia son tantos)... He ejercido mi derecho al voto con rabia.

En elecciones anteriores voté por este orden: Primero con ilusión a un buen hacer y una política de bienestar para todos.

Pasé a votar al cambio confiada de que lo conseguiríamos... En la siguiente voté al grupo que consideraba «menos malo».Más adelante voté con la nariz tapada, lo hice físicamente, al introducir mi sobre en la urna.

En esta última ocasión lo he hecho con rabia, con rabia al mal hacer de los políticos corruptos.

Hay tanto dolor en la población andaluza...

Como voluntaria que soy del Teléfono de la Esperanza sé de qué hablo; he podido conocer, de cerca, cuantísimas dificultades hay en la gente y en las familias que no tienen trabajo ni tienen cubiertas las necesidades básicas de alimento y casa donde vivir, personas que se sienten humilladas con las ayudas que reciben como una limosna cuando lo que desean es trabajar. He acompañado a personas que han decidido quitarse la vida y solo te piden que los acompañes en ese trance... Y tantas otras situaciones de gran dureza.

No sé cómo los políticos, los corruptos, pueden dormir tranquilos. La potencia de Andalucía es sorprendente y descorazona ver las capacidades desaprovechadas que tenemos. De Andalucía se podría decir aquello que Clemenceau dijo sobre Argentina, «es lo suficientemente rica para recuperarse durante la noche de lo que sus gobernantes hacen durante el día».

En esta Andalucía tan bonita, tan alegre, tan diversa, tan rica, con tantos kilómetros de playas, con un clima privilegiado, con tierras fértiles y productivas, con tanta gente de bien... No sé cómo, pero creo que ha llegado la hora de que, unidos, demos un paso al frente y dejemos de permitir esta lacra en la que nos tienen inmersos.