Podemos acatar, o no, la definición de sentimiento que hace la RAE y estaremos, o no, ante un estado afectivo del ánimo, ante una respuesta del alma o el espíritu, que son dos sinónimos de fantasmagoría. Con todo, se antoja más difícil, más complejo, más calvario, definir el término cristiano a la vista de las personas, hechos e ideologías que se amparan en el mismo con materialistas intenciones. Históricamente, diferentes sectas han interpretado el presunto mensaje de un personaje mitológico, Jesucristo, a su bola y en beneficio propio, entre ellas el catolicismo. Históricamente, la secta católica, como todas las sectas, se ha alineado con los poderes terrenales, con los césares, para imponerse a otras en la dura competición de ser la única, verdadera y rentable religión. En España, se puede seguir el rastro de sangre, la huella de terror y muerte, dejados en la historia por la secta católica apelando al sentimiento cristiano, cuyos hitos más infames son la «santa» Inquisición y el nacional catolicismo. Hoy, la jerarquía eclesiástica sigue en las mismas y se pega al poder como medio de sostener e incrementar las nada sentimentales dádivas y privilegios que de él obtiene. Hoy, lo más parecido al Santo Oficio o al fascismo franquista es la órbita extremista de Casado, Abascal y los Abogados Cristianos, con la Conferencia Episcopal ejerciendo el papel hematófago que históricamente ha desempeñado. Apelar al sentimiento cristiano en el caso de la cruz retirada legalmente por el Ayuntamiento legítimo y democrático de Aguilar de la Frontera (Córdoba) se inscribe en la histórica querencia de la derecha seglar y religiosa a otro sentimiento: el odio al disidente, a lo diverso... A la democracia.