Tuvo que sufrir mucho para poder superar numerosas lesiones. por lo que hasta hace tan solo unas semanas él mismo tenía dudas de poder llegar a Roland Garros. No extrañaría que los que se amparan en peculiares libertades de expresión, pero para ellos, no para los demás, tras recuparse del mal trago del nuevo triunfo del que no oculta su amor a su país y su respeto por los símbolos del Estado, dentro de poco saldrán rezumando bilis progresista, tildándole de fascista y criticando el dinero que ha ganado. Ante lo cual, como hasta ahora, él los ignorará, quizá con una sonrisa. Esa sonrisa, unida a algunas lágrimas, que ha mostrado en tantos campeonatos ganados.

Los calificativos que Rafa Nadal se merece tras haber ganado su decimosegundo título de campeón de Roland Garros son tantos que ocuparían muchas líneas.

Ese récord es inigualable y probablemente ninguno de los que hemos asistido a su consecución podremos ver que lo alcance otro tenista. Solo el propio Nadal puede superar ese récord ganando otra vez el torneo.

Los miles que durante tantas finales hemos estado en un vilo ante el televisor y la radio, muchos queriendo empujar mentalmente para que Nadal alcanzara bolas imposible de lograrlo y las metiera, no de forma menos imposible, en la pista del contrario, nunca olvidaremos su lucha, tesón, afán de superación y el no rendirse jamás. Todo lo cual es aplicable a la vida misma. Por ello, gracias, Rafa, mil gracias.