Tras cuarenta años de ejercer como profesor de Educación Física, y casi veinte de jubilado, llevo casi dos como alumno de la clase de gimnasia de mantenimiento y de yoga en el taller sobre esta materia que se viene desarrollando en el Centro de Participación Activa de Mayores de Baena, junto con casi una treintena de amas de casa, que dejando sus labores como tales, asisten con gran puntualidad, interés y entusiasmo a las clases que la monitora, con gran dominio sobre la materia, viene desarrollando en este centro, y que se ha ganado la simpatía, el respeto y la admiración de las alumnas, alguna de las cuales fueron también mis alumnas cuando estuve desarrollando mi trabajo.

No hace falta decir que las clases se desarrollan con un estupendo buen ambiente y sin complejos de ningún tipo, teniendo que destacar que algunas de ellas han de dejar su muleta, y que, a veces, se hace corta la sesión dada la amenidad con que la monitora imprime a su trabajo, que junto a las magníficas condiciones del entorno hacen posible su buen hacer.

Estas clases se desarrollan en dos sesiones de gimnasia de mantenimiento los lunes, dos de yoga, los martes, y dos de gimnasia rítmica, los viernes, y es de aplaudir la notable asistencia de alumnas que desafiando las inclemencias meteorológicas de estos crudos días invernales no quieren perder sesión alguna para mantener un excelente estado de forma, y un tono muscular adecuado acorde con las facultades de cada una.

Con ser importantes los distintos talleres que en este centro se imparten, a mi juicio, es uno de los que más aceptación tiene, aunque el elemento masculino apenas brille, y me ocurre lo mismo que cuando realicé un curso de aprendizaje de gimnasia rítmica, la profesora que impartía aquel curso se extrañara que yo fuera el único varón que asistió al mismo. De este modo, al par que intento conservar lo mejor posible mi estado físico cuando me aproximo a los ochenta, reavivo mis recuerdos de la profesión que siempre ejercí con total vocación.