El pasado jueves, en la liga de fútbol sala de mi instituto, se produjo un hecho precioso. Arbitraba un alumno de 4º ESO un partido disputado por compañeros de otros cursos de secundaria.Yo, que soy el organizador del torneo, les pido siempre a los árbitros que, en caso de duda, pregunten a los jugadores. En este caso, el árbitro no sabía si el balón había entrado en la portería, así que paró el juego. Primero preguntó al delantero, que respondió que no sabía si el balón había traspasado la línea o no. Luego preguntó al portero y este dijo con seguridad: «Ha sido gol». Y el tanto subió al marcador. Creo, en el fondo de mi corazón, que si los chavales se acostumbran desde pequeños a convivir con una visión honesta del juego, van a disfrutar mucho más del mismo y de sus relaciones humanas. Tendrán más posibilidades de descubrir valores importantes para su vida, y también habrá más opciones de que en el futuro sean adultos que compitan con verdadera deportividad, den buenos ejemplos a los niños del futuro, y ayuden a que el fútbol y la sociedad en general sean mejores.